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Un drama de la naturaleza: la historia de nuestros cernícalos vulgares

Este artículo versa sobre los cernícalos vulgares que viven en un edificio de nuestra empresa, la familia Kreutzer de la Asociación Nacional de Protección de las Aves y Andrea Skorpil, que hace labores de voluntariado para la cría de aves huérfanas en nuestra región.

Como es bien sabido, nos dedicamos a la venta de binoculares y demás tipos de ópticas para la observación de nuestra espectacular naturaleza. Pero es que nosotros mismos somos ávidos apasionados de esta práctica. Por eso, en lo alto de uno de nuestros almacenes tenemos instalada una incubadora para aves.

Desde hace años observamos de cerca y disfrutamos mucho de «nuestros» queridos cernícalos: cómo llegan al edificio, se esmeran por buscar alimento y crían a sus polluelos. Con sus ojos curiosos, cabeza gris brillante y plumaje marrón, estas preciosidades no dejan de asombrar a nuestros colegas en su rutina diaria en el trabajo, que siguen sus pasos incluso con los binoculares.

Estos cernícalos vulgares sencillamente forman parte de nuestra familia y nos encanta cada vez que sus pequeños crecen y marchan, o más bien alzan el vuelo, en busca de su propio camino.

Pero este año todo ha sido muy diferente. A continuación narramos la dramática y conmovedora historia de nuestra familia de cernícalos.

¿Un día normal?

Todo iba como de costumbre, hasta que oímos un silbido proveniente de una de las naves del almacén. Dejamos lo que estábamos haciendo para ver qué pasaba… Uno de los cernícalos saltaba entre los palés, abriendo las alas en un intento desesperado por alzar el vuelo, pero no lo lograba. Tras varios esfuerzos infructuosos, se dio por vencido y se resguardó en un rincón. Nos acercamos pero papá cernícalo no se amilanó y nos miró con sus grandes ojos negros.

Uno de nuestros compañeros, que siempre tiene sus binoculares a mano, se dio cuenta de que algo no iba bien e inmediatamente llamó a la Asociación Nacional de Protección de las Aves (LBV, por sus siglas en alemán), que cuenta con un grupo local propio aquí en Landsberg. Se trata de un comprometido grupo de ornitólogos aficionados que hacen labores de voluntariado para el cuidado de la naturaleza.

En poco tiempo llegó la familia Kreutzer y unimos fuerzas para recoger al pájaro, que estaba exhausto. El Sr. y la Sra. Kreutzer lo llevaron al veterinario, donde recibieron un triste diagnóstico: las alas estaban bien, pero le faltaba un trozo de pico y tenía un ojo ciego. Seguramente se había chocado contra el cristal de una ventana o algo similar. Del veterinario le llevaron al cetrero, donde le acomodaron en un aviario. Todos estábamos muy esperanzados, esperando que volviera con su pequeña familia tras curarse.

La llamada de las crías

Mientras tanto, mamá cernícalo se esforzaba por sacar adelante a sus cuatro polluelos y, con suma valentía, hacía todo lo necesario para llevar comida a sus hambrientas bocas. Estaba en constante movimiento. Sin embargo, al faltar su pareja, la tarea era titánica.

Unos días más tarde oímos el piar de las crías, pero parecía extrañamente tranquilo… De nuevo, algo no marchaba bien. ¿Qué había ocurrido? Volvimos a llamar a la familia Kreutzer, quienes descubrieron la triste verdad. Probablemente, mamá cernícalo se había dado cuenta de que no podía con todas sus crías ella sola y había abandonado el nido.

Y, casi al mismo tiempo, recibimos otra lamentable noticia: papá cernícalo no había sobrevivido, seguramente a causa de una hemorragia interna. Nos invadió la tristeza, pero en ese nido aún estaban los huérfanos abandonados…

El resurgir de las crías

Los polluelos volvían a estar en apuros. Nuestro equipo del almacén ayudó a los Kreutzer con los medios necesarios (es decir, la carretilla elevadora) para acercarse al nido, que estaba en las alturas, y recoger a las crías. Se las llevaron a Andrea Skorpil, muy conocida en nuestra región por su labor voluntaria con crías de animales, especialmente de pájaros. Ella les acogió y dio un nuevo hogar. Por desgracia, esa misma tarde murió uno de los pequeños, demasiado debilitado tras varios días sin comer.

Afortunadamente, las otras crías están bien y Andrea las cuidará con todo su cariño hasta que sean lo bastante grandes y fuertes para ser liberadas en la naturaleza.

Un donativo para la cuidadora de aves

El cuidado de las crías cuesta dinero y Andrea Skorpil trabaja de manera voluntaria y lo financia de su propio bolsillo. Por eso recogimos donativos privados entre los empleados de nuestra empresa. La dirección duplicó los donativos recaudados y entregamos el total a Andrea, que ha creado un teléfono de emergencias con aves en la región.

La historia de nuestra familia de cernícalos no es más que un dramático ejemplo de los muchos retos que la naturaleza nos presenta cada día. Estamos deseando que les salgan las plumas a nuestros cernícalos para poder seguir sus pasos de cerca en libertad.

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