Realmente, observar el cielo nocturno con un solo ojo es algo antinatural. Y es que, además de ser incómodo, también se pierden una gran cantidad de detalles. La única manera de disfrutar de una larga sesión de observación con comodidad es usando los dos ojos.
Merece la pena especialmente para observar objetos luminosos, ya que así podemos apreciarlos con más plasticidad y riqueza de detalles. En el caso de la Luna, tendremos incluso la sensación de estar flotando sobre su superficie.
Estos aparatos están equipados con divisores de haces y prismas. Cuando se observan objetos celestes tenues, la correspondiente pérdida de luz puede resultar bastante desventajosa. Además, también cabe mencionar que los accesorios binoculares requieren de una larga trayectoria óptica y también colocan un peso adicional en el enfocador.